Desde muy joven descubrí que lo que más me intrigaba era entender por qué las personas sufrimos y cómo podemos aprender a vivir con mayor bienestar.
Mis primeros pasos en la psicología comenzaron con la curiosidad por la filosofía y las ideas de Freud, pero pronto me encontré con algo que me marcaría profundamente: el poder de las terapias basadas en la evidencia científica.

En la universidad me apasioné por la terapia cognitivo-conductual y los principios del aprendizaje, y a lo largo de los años entendí que, para acompañar de verdad a las personas, necesitaba ir más allá de la teoría. La vida y mi práctica clínica me llevaron a trabajar con adolescentes, familias y, sobre todo, con personas que enfrentaban retos como la ansiedad, la depresión y las adicciones. Allí comprendí que no basta con aliviar síntomas: se trata de construir nuevas formas de vivir.

Esa búsqueda me llevó a especializarme y más tarde a realizar un máster en terapias psicológicas de tercera generación, donde encontré enfoques que hoy son parte esencial de mi práctica: la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) y la Terapia Dialéctica Conductual (DBT). Junto a la TCC tradicional, me permiten acompañar a mis pacientes desde un lugar científico, humano y profundamente comprometido.

Hoy, después de más de 8 años de experiencia, acompaño a personas que quieren recuperar su equilibrio, superar el sufrimiento y aprender herramientas para vivir de manera más plena. Y aunque mi profesión es mi vocación, también disfruto de la música, la lectura, los videojuegos y un buen café: pequeñas cosas que me recuerdan que la vida está hecha de momentos que vale la pena cuidar.